El 24
Junio de este año se cumplen 937 años del nacimiento de una reina, hija del
rey Alfonso VI de León y Castilla, que en base a una realidad o una leyenda anduvo
por esto pagos de Dios. Hoy vengo a sembrar lo que la tradición y la historia
sostienen sobre dicho acontecimiento. En el valle de Iguña existen varias
leyendas acerca de una hipotética estancia de la reina Urraca I (1081-1126), concretamente tres.
La primera es que esta reina concedió el título de “villa” a
Pujayo en agradecimiento a los mozos del lugar por ayudar a la corte itinerante
a reparar la rueda de su carruaje. La segunda leyenda dice que dicha comitiva
fue confundida con tropas moras, por lo que comenzaron a repicar las campanas
de todo el valle para organizar la defensa, pero que una vez aclarada la confusión, se mantuvieron en repique como demostración de júbilo por su visita.
Debido al malestar y cansancio por el penoso y accidentado viaje, la reina ordenó que cesara y pernoctó en Cotillo de Anievas. Pero al día siguiente el regidor mandó
repicar de nuevo las campanas para poner fin a una algarada que los mozos del
lugar mantuvieron a lo largo de la noche. La reina que desconocía lo sucedido, se
tomó aquello como un ultraje y un acto de desobediencia a su mandato, entonces decidió marchar para ir a descansar
al cercano monasterio de San Román de Moroso, probablemente su objetivo inicial para descansar del aciago viaje. Y la tercera y última leyenda hace referencia a
que es allí, en San Román de Moroso donde murió y fue enterrada posteriormente
en 1126 en el Panteón de Reyes de San Isidoro de León.
En cuanto a su defunción esta perfectamente documentada su muerte en el Castillo de Saldaña, para posteriormente, trasladar su cadáver a la ciudad de León, donde sería enterrada definitivamente en el Panteón de Reyes y así recuperar una tradición que había sido interrumpida por su padre Alfonso VI de León al ser enterrado en el monasterio de San Benito de Sahagún junto a sus esposas. Por tanto esta última leyenda ya no es tanta, quedando vacía de contenido ante tantas y tantas pruebas que lo confirman por derecho propio. Del resto... nadie diría lo contrario


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