El padre Alberto Pico era de esas personas, que cuando las conocías no te dejaban indiferente. Fué un ser humano llano y humilde hecho de gestos anónimos, callados y sinceros, un fuera de serie con y sin la iglesia. Siempre decía aquello de que si volviera a nacer repetiría como sarcedote católico y apostólico... pero eso sí, con otro Vaticano muy distinto. Siempre de ánimo sereno y corazón abierto en especial con los pobres, los marginados y los más jóvenes. Alberto era de los que diría aquello de que nunca deberíamos enfadarnos y de que solo existen tres tipos de personas: la gente buena, la gente mala y la gente del mar.
Para que se pueda entender lo distinto de su lenguaje y lo que sus palabras podían producir en los oídos de una sociedad acostumbrada a una serie de normas establecidas fue que cuando Alberto celebró mi boda, hubo personas dentro de mi entorno, que no admitieron nuestro enlace como tal y comentaban eso de que no estabámos casados realmente, porque Alberto no era un cura normal. Jámas me sentí más elogiado por aquellas palabras y en haber sido él y no otro, la persona que celebró mi matrimonio. Después vinieron los bautizos y Alberto no dejaba de sorprenderte dejando frases como: "...Yo...Alberto, uno como vosotros, no más... pero tampoco menos..."

O este otro en el que se recordaba su completa generosidad por el que cuántas familias
se salvaron y fueron apoyadas incluso con dinero de su
propio bolsillo. O diciendo en clase eso de: "...Qué os voy a decir si ya sois todos buenos..." mientras se tomaba aquellas manzanillas en jarra.
O ese otro comentario de Dani:"...Tuve
la suerte de tenerlo como profesor de religión durante tres años. Fueron las clases menos religiosas que uno pueda llegar a imaginar, clases sobre la vida en una edad sumamente conflictiva, entre los catorce y los dieciséis. Te enseñaba a ser persona y a orientarte en la
difícil tarea de vivir..."
Sus hechos: un bolsillo siempre agujereado y hacer a todos
luchadores cómplices contra la pobreza, empezando por los ricos y
los poderosos. Alberto que no era de tratamiento alguno y un icono
real de austeridad, nos enseñó el
significado auténtico de la esperanza. Ejemplo de solidaridad y de que no hace falta acumular tanto,
porque como mejor se atraviesa la vida es
proporcionando ayuda a los demás para tener cubierto lo indispensable.
Alberto, un abrazo y un beso.
Alberto, un abrazo y un beso.
Jejejeje. La de
veces que tuve que ir donde las monjas del Pesquero a buscarle el
desayuno, una manzanilla y cuatro galletucas maria. Joder, que pena de
dia... Cuanto hace que no lloraba.
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