Invitado quedé, a tomar una taza de café. Y acompañado por los recuerdos con los que mi hospedador, al abrirme sus puertas, me honraba. Hizo que me sientiese más estimado por dicho convidante. Y por tanto, barrunté la obligación respetuosa de recompensar tanta generosidad. Escuché por cada rincón lo que aquella casa me descubrió de la boca de su morador, los secretos se destaparon por completo y asumí con humildad mi condición de convidado, descubriendo con atención, el universo de lo ajeno. Y entre aquellas vetustas paredes del cuidado caserón terminé mi visita, corta como esta entrada que os acompaña. Pero antes de marchar, en una de ellas, detuve mis ojos sobre el paredón blanco. Y allí me encontré con este retrato, sencillo como el papel en el que estaba impreso pero a la vez nostálgico como el anhelo de retorno. Ese que, quisiera atravesar la inexplicable distancia que separa el ayer del hoy, para devolver el alma a la situación que el tiempo...una vez... se lo llevó.
¿QUIÉN ES Y DÓNDE ESTÁ?
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