Hoy me acerqué al candelario. Hace frío y no está el tiempo para pasear. La nieve cubre los praos y la lectura es mi mejor compañera. Me siento en mi butaca preferida. Calentita, reclinatoria, cerca del lar pero lejos de la llama.
Todo lo que cae en mis manos es digno de ser leído, después... ya me encargaré de calificarlo.
Esta vez toca el calendario, y sí... no me equivoqué al principio cuando dije el candelario. Es verdad, se trata del calendario del candelario, una publicación que muchos conocen aquí en Cantabria. Esta vez trata un tema de antiguas costumbres en esta tierra, la jumaza. He buscado en internet y no aparece nada. Lo mas cercano hace referencia a la humaza, otra tradición en torno a la matanza en las que se buscaba la protección de las heladas, para ejecutarla. Entonces se acostumbraba a hacer una broma a los vecinos que la celebraban. Esa noche, ya oscurecida, los mozos preparaban la humaza.
Una especie de bomba fétida a base de cualquier elemento que al arder exhalase el peor olor posible hecho a base de pelos, grasa, goma, azufre, cuero, resina, etc. Luego se depositaban los ingredientes en una lata o en un bote viejos y se les prendía fuego. Calculando que estuviera el “regalito” en su punto álgido para la hora de cenar. Cena que se celebraba entorno a ese fuego.
Pero nuestra jumaza era bien distinta a la que encontré en internet. La nuestra era una antigua costumbre que consistía en reunir a dos familias con el objetivo de apalabrar un enlace matrimonial y convenir las dotes que habrían de darse a cada uno de los novios. La noche anterior a las proclamas en la iglesia, las familias se reunían en casa de la novia y compartían un guiso. Hasta el final de la cena no se hablaba del tema. Los padres repartían las dotes y negociaban el futuro de sus hijos.
Por último los contrayentes solían pedir ropas, utensilios de ajuar y animales y una vez todo aclarado, se firmaba un papel en el que se especificaban los acuerdos con el objetivo de no volverse nadie atrás. Con esta firma se daba por concluida la jumaza
Acabado este corto relato, cerré el libro que toca acompañarme y me fui a dormir. La noche esta tranquila no llueve ni hiela. La luna esta llena y el cárabo emite su típico canto «¡¡uuh!!» seguido después de un corto intervalo de 3 segundos, con un ¡¡úuhúuh-úuh!!» Ahora es su turno.
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