24 agosto 2018

Y subimos al moral


Paso a paso, sudamos buscando Brenes y después el Tornillo. Más allá, el Moral. Al llegar a la campa, al fondo se ve El Navajos, otra ruta por donde llegar. A su diestra esta Obios con su vieja caseta. A su lado, el camino que viene de Iguña y que entra en Pujayo siguiendo la pista hasta Montequemado en donde escopeta en mano, cazadores y sarrujanes, muchas veces lo han pisado. Y es la niebla quien se presta disipándose a dejarme disfrutar y sentado frente a ella, la Ermita´el Moral.  


Amanece fría la mañana y las tiendas de campaña arropadas con la bóveda celeste en la  que han dormido bajo su capa, ya abren poco a poco sus largas cremalleras... Mientras, el sol brilla sobre la verde alfombra que conserva el maquillaje de la húmeda helada.                                                                                                                       




Enseguida tocarán la vieja campana. Y sonando tenuemente convocará a romeros, fieles y viejos camperos a pensar en la majada, el por qué se sigue subiendo a esta ermita con tal sentimiento brutal, que el cura en su homilía campestre, nos intentará demostrar.


Este año el sol aprieta y la calor nos enreda, tomamos las viandas de un nuevo zurrón: un pocu de queso, chorizo y de la bota, el fresco tintorro especiado por la pez, y su típico sabor para aliviar la galvana. Pasa la jornada festiva reencontrándonos con viejos y nuevos vecinos y poco a poco, piteros, danzantes, moteros y el resto de peregrinos van abandonando la campa. Termina la fiesta en la Ermita del Moral. Vuelve la niebla temprana a vestir los espacios más verdes del viejo lugar. Y el Moral también tiene estas cosas que Manuela nos cuenta...Y es que hace muchos años, andando bajaba la moza para bañarse a los pies del cuchillón en las pozas de Los Llares, aquello si que era un baño... de lo más purificador






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