Enseguida tocarán la vieja campana. Y sonando tenuemente
convocará a romeros, fieles y viejos camperos a pensar en la majada, el por
qué se sigue subiendo a esta ermita con tal sentimiento brutal, que el cura en su homilía
campestre, nos intentará demostrar.
Este año el sol aprieta y la calor nos enreda, tomamos las viandas de un nuevo zurrón:
un pocu de queso, chorizo y de la bota, el fresco tintorro especiado por la pez, y su típico sabor
para aliviar la galvana. Pasa la jornada festiva reencontrándonos con viejos y nuevos vecinos y poco a poco, piteros, danzantes,
moteros y el resto de peregrinos van abandonando la campa. Termina la fiesta en la
Ermita del Moral. Vuelve la niebla temprana a vestir los espacios más verdes
del viejo lugar. Y el Moral también tiene estas cosas que Manuela nos cuenta...Y es que hace muchos años, andando bajaba la
moza para bañarse a los pies del cuchillón en las pozas de Los Llares, aquello si que era un baño... de
lo más purificador
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