Reencuentro de
nostalgias, que de niño viven como siempre, uncidas a mi cuerpo.
La
edad nos mata… pero también nos da la vida.Ya en la cambera, miro
hacia arriba y veo los Pernales. Piso las huellas de los carros,
ahora mas cargados de historia que de hierba y subo con mi hermano
enfilando nuestro destino. En la fuente del gato me detuve y después
de un rato entretuve mi mente. Escucho recuerdos del pasado. Pastores
durmiendo por las brañas. Frías jornadas del invierno que la nieve
trae de las montañas.
Carlancas,
bendecidas por San Antón, en los mastines como seguro para el
ganado. Para que los lobos no les puedan hacer nada…me
dijeron aquellos rudos hombres sentados junto al fuego que el aire
mueve sin descanso, en cabañas llenas de agujeros.
Las vacas me dicen que
les diga a sus dueños, que no cierren las cuadras,… escondrijos de
mis sueños, donde Tomás a la hora de ordeñar o dónde Fidel, antes
de cenar…lo pasábamos genial. Retornemos a aquellos ritmos
sosegados. Ahora, ellas nos gritan:"¡os habéis equivocado!"
Sigo y escribo
recuerdos de mozo. Ay! amigos ¿dónde nos perdimos?, ¿dónde nos
partimos?...Ese rumbo digno de una estrella ¡que no para de
enredar!
Pero mi hermano y yo ¡escapamos!, nos enzarzamos con helechos brezos y espinos y recordamos
de todo, menos el camino. Cerrados los pasos antiguos, los carreteros
los han dejado definitivamente en el olvido; por la Viá oímos los hachas golpear.
Subir a hacer leña, que difícil y nostálgica verdad.
Pisamos lo que en otro
tiempo anduvimos: Charcos y bosques, dónde descansamos, y no
ahora, sino mas bien hace muchos años. Y a la marrubia llegamos.
Bebimos de esa agua pura y cristalina que desde antaño sació la sed
de animales y hombres que por esos montes llegaron, camino del Moral
o en dirección hacia otro lado.
La Luna nos ha seguido,
como siempre, bajando montañas, senderos y calzadas. ¡Tormenta! Rayos
y truenos. Agua que no cala nuestros huesos, porque entre lugas nos
abrimos y avanzamos. También traspasamos portillas, alambradas y
estacados.
Veranos de ensueño que
al llegar a casa, mas abajo de Pilueco, la tía Biela nos esperaba. Y
entre sus manos, un tazón de arroz con leche intensamente rebañado, que yo envidiaba.
Entretanto Manuel,
trasteaba con sus albarcas…de la casa al ganado... golpeando sobre
el suelo de losa, un ritmo de tac, tac, tac, muy acompasado. Pero,
sobre todo, ese permanente olor a manzana, siempre arrebujando
nuestra memoria, hoy llena de aromática tristeza que me permitirá
reconocer allá dónde yo esté… los tiempos del pasado.
¡Feliz Navidad a todos!
Mi hermano... y yo.
Mi hermano... y yo.
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