Que decir, qué pensar y sobre todo qué cantar a la
virulencia del ferrocarril. Donde los trenes ya no tienen ni poca ni mucha
velocidad, simplemente pasan pero casi no
paran. La furia de aquellos viejos vagones dejaron de ser importantes para trasladarse desde Molledo hasta Portolin
y sus propietarios olvidaron la importancia que tiene el patrimonio civil de
una de aquellas viejas y famosas estaciones
de la solitaria Cantabria. La tonada más bonita no solo dejo para siempre a ese
amante… esperando en esta estación. También la novela del camino y luego la
serie que Josefina Molina hizo para versionar la galardonada novela de Miguel
Delibes validaron aquella terminal, que ha sido referente tanto para sus habitantes como para los foráneos que todos los años se acercaban a este valle
por muchos y variados motivos. Desde que se pusiera en marcha allá por principios
del siglo XX- sino antes- han sido muchas las personas que han necesitado de su
existencia para refugio, espero y desespero de un medio de transporte que llegó
a ser de vital importancia para la subsistencia de las gentes que habitaban
estos pueblos. Hasta tres raíles llegó a
tener.
Uno con vía muerta para cambio e intercambio de vagones. Por aquí desfilaban las mercancías de quesos y cosas que las fábricas locales proporcionaban a la región y que más allá ofrecían. También los trabajadores que a otros pueblos dirigían su futuro se hospedaban, día si y otro también, al abrigo de su vieja amiga. ¡Y esos amantes que aquella eterna tonada dejaba en la estación esperando su destino...!
Uno con vía muerta para cambio e intercambio de vagones. Por aquí desfilaban las mercancías de quesos y cosas que las fábricas locales proporcionaban a la región y que más allá ofrecían. También los trabajadores que a otros pueblos dirigían su futuro se hospedaban, día si y otro también, al abrigo de su vieja amiga. ¡Y esos amantes que aquella eterna tonada dejaba en la estación esperando su destino...!
Veterana de una escuela de estaciones llegó a contar con los mejores y más importantes avances tecnológicos que en aquellos momentos existían. Control de vías y jefes de estación. Sin parangón en materia a la que me refiero, pero que hoy tristemente la crisis, la ineficacia política y la falta de un mecenas, nos van a llevar al desastre si alguien no lo remedia. Hora y media nos separan de Molledo a Portolin. Tiempo tan largo para tan corto recorrido. Aquello parecía mucho verdad, pues a mí me parece que no.
Mayor es
la distancia que separa lo posible de lo imposible; la velocidad nos mueve rápidamente, pero nos olvida con la misma insensatez con la
que nos adelanta y es precisamente por
eso mismo, por lo que nos volvemos más irreflexivos, insensatos e imprudentes,
alocados, impetuosos y descuidados con
respecto a lo que más cerca nos queda. Quizás esta crisis sirva para que
recuperemos el sentido común, aunque sea… a bofetadas. Por eso la estación de
Molledo no debería quedar desatendida. Aplicar
la sagacidad lógica de aquellos que tienen el arte de controlar nuestros
destinos, seguramente puedan elevar de sus cimientos lo que hoy, lentamente… desciende
hasta el tártaro.
¡Qué comience la atención…a lo
que va siendo un reclamo!... para que
nadie pueda decir que la tonada más bonita… ya no se canta aquí.
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