05 noviembre 2012

LA ESTACION DE MOLLEDO



Que decir, qué pensar y sobre todo qué cantar a la virulencia del ferrocarril. Donde los trenes ya no tienen ni poca ni mucha velocidad,  simplemente pasan pero casi no paran. La furia de aquellos viejos vagones dejaron de ser importantes  para trasladarse desde Molledo hasta Portolin y sus propietarios olvidaron la importancia que tiene el patrimonio civil de una de aquellas viejas  y famosas estaciones de la solitaria Cantabria. La tonada más bonita no solo dejo para siempre a ese amante… esperando en esta estación. También la novela del camino y luego la serie que Josefina Molina hizo para versionar la galardonada novela de Miguel Delibes validaron aquella terminal,  que ha sido referente tanto para sus habitantes como para los foráneos que todos los años se acercaban a este valle por muchos y variados motivos. Desde que se pusiera en marcha allá por principios del siglo XX- sino antes- han sido muchas las personas que han necesitado de su existencia para refugio, espero y desespero de un medio de transporte que llegó a ser de vital importancia para la subsistencia de las gentes que habitaban estos pueblos.  Hasta tres raíles llegó a tener.


Uno con vía muerta para cambio e intercambio de vagones. Por aquí desfilaban las mercancías de quesos y cosas que las fábricas locales proporcionaban a  la región y que más allá ofrecían. También los trabajadores que a otros pueblos dirigían su futuro se hospedaban, día si y otro también, al abrigo de su vieja amiga. ¡Y esos amantes que aquella eterna tonada dejaba en la estación esperando su destino...!




Veterana de una escuela de estaciones llegó a contar con los mejores y más importantes avances tecnológicos que en aquellos momentos existían. Control de vías y jefes de estación. Sin parangón en materia a la que me refiero, pero que hoy tristemente la crisis, la ineficacia política y la falta de un mecenas,  nos van a  llevar al desastre si alguien no lo remedia. Hora y media nos separan de Molledo a Portolin. Tiempo tan largo para tan corto recorrido. Aquello parecía mucho verdad, pues a mí me parece que no.
Mayor es la distancia que separa lo posible de lo imposible;  la velocidad nos mueve  rápidamente,  pero nos olvida con la misma insensatez con la que nos adelanta y es  precisamente por eso mismo, por lo que nos volvemos más irreflexivos, insensatos e imprudentes, alocados, impetuosos  y descuidados con respecto a lo que más cerca nos queda. Quizás esta crisis sirva para que recuperemos el sentido común, aunque sea… a bofetadas. Por eso la estación de Molledo no debería quedar desatendida.  Aplicar la sagacidad lógica de aquellos que tienen el arte de controlar nuestros destinos, seguramente puedan elevar de sus cimientos lo que hoy, lentamente… desciende hasta el tártaro. ¡Qué comience  la atención…a lo que  va siendo un reclamo!... para que nadie pueda decir que la tonada más bonita… ya no se canta aquí.  

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