Por eso, toda fiesta que se precie debe contener el objetivo ilusionante y la capacidad de absorción lo bastante potentes como para hacernos olvidar los malos momentos que cada uno haya o esté atravesando en estos o aquellos momentos.
Así que esperar que estas fiestas nos vayan a cambiar la vida es, cuanto menos, una falta de madurez, pero no creer que las cosas estan en nuestras manos, es negarnos la posibilidad de crecer y aumentar nuestro propio potencial para que cambien.
Entonces, como mucho, debemos disfrutar de lo que tenemos, trabajar para conseguir lo que nos falta y corresponsabilizarnos de aquellas cosas, que por omisión o abuso favorecen un entorno de dificultades.
Las fiestas de la Virgen del Camino llevan celebrándose más de 60 años, con vientos a favor o corrientes en contra. Críticas y halagos de las que hemos aprendido y retificado. Errores que se han repetido y posteriormente corregido. Y, a pesar de todo, nunca las hemos abandonado.
Por que la fuerza de la Fiesta radica en la fuerza de la personas que la habitan, la viven y la disfrutan sean de aquí o de allí, oriundos o nativos, de Molledo, de Silió, de Helguera o de Arenas; de Bárcena o Pie de Concha, de Santa Olalla o de Pando; de Uldá, de San Martín o de Helecha, de Las Fraguas o de Los LLares; de Cobejo, de Mediaconcha; de SantaCruz o Santa Marina del barrio de éste o del barrio de allá.
¡Vivan las fiestas de la Virgen del Camino!... y sus gentes mucho más
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