Si todos llevamos un bosque puesto por dentro listo para respirar, si nuestro primer techo fue de hojas. Si el bosque, en realidad resulta inseparable de nuestros primeros pasos. Si desde siempre se ha demostrado que algo tan sencillo como poder ver árboles desde la cama ha favorecido la curación de los enfermos. Si emboscarse supone bastante más que una aventura, que la canción de unos pájaros o que la fascinación por lo desconocido. De alguna forma no sólo somos hijos del bosque también, hoy, hemos llegado a ser sus padres. Pero nos hemos equivocado, pasaremos a la historia como unos auténticos parricidas. Fuimos sus hijos mas favorecidos para convertirnos en sus padres más severos.
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