En cualquier investigación de este tipo supongo
que ocurrirá lo que me ha pasado a mí, en el programa de fiestas de la Virgen
del Camino he participado con un pequeño resumen del texto siguiente, dicho
texto contiene dos erratas que no he
conseguido subsanar a tiempo, antes de su publicación, porque ya se estaban
imprimiendo. Hacían referencia al número
de molinos existentes y a la titularidad de las iglesias de Villordum y que actualizaremos en varias entradas, por ello
pido disculpas y os invito a disfrutar de cómo era la vida en el siglo XVIII en el Concejo de Molledo.
El oleo
Sin lugar a dudas, éste es el óleo más
antiguo que se conserva sobre Molledo.
Data de Diciembre del año 1739 y fue mandado pintar por la sala de lo
Civil de la Real Chancillería de Valladolid, que era la máxima instancia
Judicial en ese momento. Se hizo a petición del Concejo de Molledo, en los
siguientes términos: “Suplico se sirva de
mandar hacer pintura, mapa, descripción y vista ocular de los terrenos
litigiosos, sus molinos, arboledas y
heredades, Rio Besaya, calzeras-canales por los que discurre el agua desde el
río hasta los molinos- pozos ”. El desencadenante fue por un problema de
lindes con un vecino llamado D. Bernardo Antonio de Quijano Terán y Aguayo, de
estado noble y de oficio labrador y del que, gracias al Catastro del Marqués de
La Ensenada del año 1753, podemos conocer un poco más nuestra historia. El
famoso catastro del Marqués consistía en la elaboración de un registro en el
que se recogieran los datos sobre vecinos y propiedades de la Corona de
Castilla, en la España del Rey Fernando VI.
Fue realizado entre los años 1749 y 1759 y como el cuadro fue pintado 14
años antes, disponemos de imagen y de documentación contemporánea para intentar
explicar cómo era Molledo en esa época. Hay que entender que, al igual que en
la actualidad, a finales del siglo XVIII eran frecuentes los pleitos entre
concejos o entre concejos y vecinos que litigaban por las lindes. Y la realización de un óleo judicial,
llamado vista de ojos, era la manera en
que, lostribunalesde aquella época,
podían fijar las demarcaciones o las zonas del litigio, y depaso,
conseguir más elementos de valor para tener en cuenta durante el desarrollo del juicio.
La denuncia y su
resolución
En 1736 D. Bernardo Antonio de Quijano Terán
interpuso una denuncia contra D. Joaquín de Tovar y el Concejo de Molledo sobre
la construcción de unos molinos nuevos en el lugar que llamaban La Salcinería,
entre el Pozo de Laya y el de Arnero, junto a las aguas del río Besaya. La
denuncia y posterior juicio van desde ese año
hasta 1740. Gracias al óleo y al Catastro del Marqués de la Ensenada (recordemos
que entre ambos median 14 años) sabemos que el pleito fue ganado por el Concejo
de Molledo porque el número de molinos había aumentado, pasando de tres en el año
1739 a cinco en el 1753; dos de ellos
seguían en propiedad de Bernardo y los tres nuevos, habían pasado a manos de
D. Diego de Quijano, vecino de Cartes.
En el cuadro se puede ver el lugar que
ocupaban los molinos, los dos del centro son los de nuestro personaje. A la
izquierda de ellos, se ven las vigas de la construcción del molino en litigio y
el situado más a la derecha sería el del concejo de Molledo. Además podemos
establecer el lugar exacto en el que se encontraban dichos molinos, puesto que
nos lo dice en el catastro cuando
declara los bienes que posee: “Dispongo
de una casa molino de tres ruedas en el sitio de Majuales y otro de cuatro ruedas y de las dos casas sólo muelen cuatro
ruedas”. Y cuando describe los árboles que son de su propiedad dice: “Tengo plantados cien arboles de nogal en el lugar de los molinos
que dejo aquí expresado, todos son mayores y producen fruto aunque poco”.
Esta
finca hoy en día sigue existiendo y se la conoce como “La Nogalera”, en el
cuadro pueden verse como los
árboles rodean los molinos Actualmente
Actualmente solo son visibles el
camino y el cauce, curiosamente los
únicos nogales que quedan en la finca señalan el lugar donde se encuentran los
restos derruidos de dos de ellos, no muy lejos, otra acumulación de piedras
señalaría la posición del tercero, tal y como se ve en el plano adjunto. Además
podemos destacar otros elementos muy interesantes como es el canal o calze que
se construyó para abastecerlos de agua; tendría una longitud aproximada de casi
600 metros,
una altura de 3 metros
y una anchura de 2,5 y su origen estaría en el pozo de La Laya, situado junto
al salto de agua de la Canalona, a continuación se encontraba una presa con una
compuerta que regulaba el caudal de agua que entraba al canal, para finalmente
desaguar en algún lugar próximo al Pozo de los Pasiegos.
Los Molinos
La presa es un elemento fundamental para el funcionamiento
de un molino, la de nuestro cuadro estaba hecha de piedra. Se usaba la cal como
aglomerante y la cara que permanecía en
contacto con el agua se realizaba de sillería. Las presas y los canales disponían siempre de aliviaderos
superficiales, cuya misión era evacuar el agua sobrante en el caso de que se
llenasen en época de lluvias, pueden verse con claridad cuatro de ellos junto a los edificios. Los molinos de harina
debido a su ubicación, poseían una sólida cimentación en su base con grandes
bloques de piedra para poder soportar los distintos flujos de los caudales. Dependiendo
de si el nivel del caudal era controlable, el molino descansaría sobre uno o dos arcos de
medio punto, como en la foto inferior.
Por último, el elemento más importante en
un molino; la rueda motriz. Los tres molinos del cuadro son molinos de aceñas
harineras, la aceña es una palabra de origen árabe que si bien en la documentación
cristiana significa molino de grano, es, en su origen etimológico equivalente a
“azuda” o rueda de elevar agua, lo que denota que se trata de ingenios de moler
provistos de una rueda vertical. Requieren para su instalación grandes
corrientes de agua, pues las ruedas motrices que empleaban de simples paletas
planas, tienen un rendimiento muy bajo. Se situaban en las riberas de ríos
caudalosos junto a presas que les aseguren un caudal importante de agua, solían disponer
de piedras de moler entre 1.40 y 2,00 metros de diámetro con, una capacidad de
molienda de hasta 200 Kg/h de cereal. La rueda motriz oscilaba entre 3.36 y 5.04 m. de diámetro y
las aspas entre 0.70 y 0.84 m. de anchura y entre 2.80 y 3.36 m. de altura.Y por ultimo, el molinero o molinera. El
molinero debía regular hábilmente la distancia entre las muelas o ruedas de
molino, así como mantenerlas en perfecto estado con las labores de repicado,
aquellas destinadas a esculpir los surcos en la superficie de rozamiento de
cada muela. Según lo que se fuese a moler se tallaban las piedras con un dibujo
diferente. Así, existe un tallado determinado y diferente para moler trigo y cebada, o maíz, o centeno. No era un tema intrascendente, puesto que de dichos
caminos labrados sobre la piedra, y de sus características, dependía el
producto del molinero y su correcta evacuación hacia el exterior desde dentro
del guardapolvo que era un habitáculo cerrado que contenía las
muelas. El oficio de molinero no era bien visto entre los labradores porque acudían al molino con su cosecha y, a cambio
del trabajo del molinero y del uso de sus instalaciones, entregaban la maquila, es decir,
aquella porción del grano acordada como pago, y que oscilaba entre el 4% y el
8%, además se podía cobrar otra parte mas, en especie, aquí surge el nombre de
cierto tipo de molino llamado maquilero. Y La mujer del molinero… ¿Cuantos cantares y
refranes conocemos que aluden a ese status
social tan especial que tenían? .El motivo era que la mayoría de estos edificios
se situaban en las afueras de los
pueblos y a ellos acudían los hombres solos con sus cargas, esto es lo que daba
lugar a la especulación sobre sus otras
actividades además de la molienda.
En otro orden
de cosas, cabe recordar la abundancia de molinos repartidos por otros pueblos
del valle, que nos traerá la nostálgica idea de haberse vivido otros tiempos
más prósperos como fueron los cuatro que había en Raicedo, y de la Serna. Los
tres en Santa Cruz y los siete de Silió. Subiendo a Quevedo, nos encontrábamos
con tres molinos y dos ferrerías, otros tres también en Santa Olalla, cuatro en
Arenas y uno en San Vicente de León y Los Llares. Esta riqueza molinera viene a
destacar la importante industria vinculada al camino harinero, pues allí se transformarán los granos
procedentes de los cereales castellanos, en harina para el puerto de
Santander.
Por JL Madrazo